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    EL CINE Y LA GUERRA FRÍA
El concepto de guerra fría viene por primera vez utilizado en 1947 cuando Walter Lippmann publicó un libro titulado, “La guerra fría”, en el que explicaba la política exterior de los Estados Unidos. Desde este momento se ha utilizado el concepto para reflejar las relaciones internacionales en los últimos cuarenta años. Se entiende por ese concepto la tensión política y militar después de la II Guerra Mundial y los tratados de Yalta y Postdam tras la repartición de las fronteras y las tierras que serían ocupados por los aliados y los rusos.

Aunque hubiesen muchas tensiones se evito la confrontación generalizada y se resolvieron por casos localizados como la guerra de Vietnam o la guerra del Golfo. También se explica esta época por la creación y la oposición de dos modelos de vida o de visión de la sociedad: por un lado el modelo capitalista estadounidense y por otro lado el modelo comunista ruso. Lo importante de esta guerra o de este conflicto permanente es que ha perdurado casi durante cuarenta años y que además del ámbito político o militar el resto de la sociedad se ha visto afectado por ella: la literatura, el arte y el cine han evolucionado influenciados por la situación de tensión que hubo en el mundo.
Precisamente el cine ha sido uno de los mejores representantes de la lsociedad de estos años. Un cine afectado por la guerra localizada, la carrera espacial o la lucha por las armas nucleares. Todas las películas filmadas desde los cincuenta hasta los noventa han sido el ejemplo y unas referencias para generaciones enteras. El Planeta de los Simios, Godzila o Star Wars son clásicos del cine fantástico y de ciencia ficción. Estos géneros se desarrollaron en esta época en los dos bloques.           Por lo tanto la guerra fría ha sido un tema que ha inspirado los cineastas. Ha permitido el desarrollo de nuevas técnicas, las cuales han hecho que la imaginación o la ilusión se acerquen cada vez más a la realidad.

La guerra fría y los bloques:
El impacto de la posguerra ofrece cambios importantes, con notables repercusiones en el ámbito cinematográfico. Dentro de la sociedad americana se contempla un desarrollo desmesurado de los criterios conservadores, aplicados a todo el entramado sociopolítico, desde el universitario  hasta la política exterior, pasando por el literario, el cinematográfico…es el momento de máxima expansión del American Way of Life. Este conservadurismo exacerbado tuvo dos manifestaciones inmediatas: una fue de índole internacional, la guerra fría y la otra, interna, la caza de brujas.

Se sitúa en el arranque de la proclamación de la doctrina Truman de ayuda económica y militar a los países amenazados por el comunismo, el 12 de marzo de 1947, encarnada inicialmente en el Plan Marshall de ayuda económica y alianzas tendentes a lograr el aislamiento del bloque marxista y que posee también su vertiente cinematográfica. Desde el primer momento las diversas instancias de la industria del cine contribuyeron en estas preocupante y obsesiva lucha contra el comunismo. Hay algunas películas que son claramente modélicas de esta situación, como el caso de El telón de acero (1947), dirigida por William A. Wellman, en la que los rasgos definidores del momento político quedan explicitados de manera excelente. Otra de las películas es El Danubio Rojo de Henry hathaway.
Dentro de las obras norteamericanas, que prestan y abordan el tema comunista en estos años a la vez se pueden dividir en tres bloques: películas de espías, que siguen bastante los planteamientos típicos en estos tipos de filmes, El FBI de Herry Hopper y Cita a las once de Alfred Werker ambas de 1952. En segundo lugar, obras sobre la penetración del Partido Comunista dentro de la sociedad estadounidense, presentándolo con una excesiva simplificación, cabe destacar: The Red Menace,1949 de R.G.Sprinsteen o Mi hijo Jhon de leo McCarey en 1952. Por último, se encuentras las obras que plantean acontecimientos de diversos tipos en el contexto de la guerra fría en el exterior de Estados Unidos, como Destino Budapest de Robert Parrish, 1952, Fugitivos del terror rojo de Elia Kazan, 1953.

Esta tensión encontró eco en el mundo soviético, por medio de varias tendencias propagandísticas, encontramos una clara exaltación del pueblo soviético, como aparecía en la obra de Mijail Chaureli, La caída de Berlín, 1949, o un cierto pacifismo en la resolución de los problemas internacionales. Mientras los rusos se apoyan en los antifascistas para reconstruir Alemania, los americanos incorporan a sus filas a los nazis reconvertidos. También adquieren especial significación los ataques contra Estados Unidos, que se desarrollan sobre todo en el paso de los años cuarenta a los cincuenta con obras como Susski vopros (la cuestión rusa, 1947) de Mikhail Romm, y en la que un periodista americano se ve cómo se hunde su carrera al negarse a participar en una campaña antisoviética. Otra de ellas es Soud Tchesti (Tribunal de honor, 1948) de Avram Room, en la que se ataca el cosmopolitismo y se defiende la superioridad de la ciencia soviética frente a la de otros países.

La caza de brujas:
 La segunda manifestación de este mundo de posguerra se evidencia dentro del ambiente estadounidense en la denominada “caza de brujas”. Los antecedentes de esta situación se remontaban a los últimos años de la década anterior, cuando en 1938 nace en el Congreso la Comisión Dies, Comité de Actividades Antiamericanas. Este organismo tuvo repercusiones posteriores, sobre todo a través de la Ley Hatch, sobre prohibición a los funcionarios federales de ser miembro de organizaciones que persigan la destrucción de la forma constitucional del gobierno, y la Ley Voorhis, referente a la obligación de inscribirse en un registro vigente para las organizaciones de fiscalización extranjera. 
Los momentos más virulentos de la actividad del Comité tienen en efecto desde los años de la posguerra mundial, hasta la década de los años cincuenta. Habrá dos situaciones puntuales y general de maccarthismo (termino que simboliza  la preocupación anticomunista en el seno del país). Será en el año 1947 cuando se ve iniciar las actuaciones del Comité presidido por el parlamentario de New Jersey, J. Parnell Thomas, que se centran en la incidencia del partido comunista y la ideología consiguiente en los distintos  niveles de la industria de Hollywood.

Bajo esta perspectiva se realiza una serie de citaciones a declarar ante el Comité que sirven para decantar las posturas dentro de la gente del cine. Un grupo de cineastas se niegan a reconocer la legitimidad a este elemento parlamentario para investigar aspectos personales que desbordan sus atribuciones. Tras la negación el comité decidió condenarlos a un año de cárcel. Tal sanción recae sobre el grupo de los famosos, formado por los guionistas John Howard Lawson, Albert Matz, Ring Lardner jr, Dalton Trumbo, Alvah Bessie, Samuel Orniz y Lester Cole, el productor Adrian Scott y los directores Edward Dmytryk y Herberte J. Biberman, que quedaron constituidos desde aquel momento como un claro ejemplo de la defensa de la libertad de pensamiento y expresión.

En 1951 y 1952 se produce el segundo momento álgido de esta búsqueda de antinorteamericanos dirigida por ahora por la comisión presidida por el parlamentario John S. Wood. Esta Comisión cambió de táctica, actuando de manera menos estridente y llamando a declarar a un gran número de personas. De esta manera surgieron las “ listas negras”, término con el que se indican las relaciones confeccionadas por la propia industria del cine que incluyen aquellos profesionales que han sido denunciados por su implicación con el comunismo y a quines, a partir de ese momento, se les impide el trabajo de manera libre, como lo ejercían hasta entonces. Las “listas negras” trucaron  muchas vidas dedicadas al cine, pues durante una serie de años personas de ejecutoría reconocida en sus distintas profesiones, tuvieron que dejar de trabajar o hacerlo de manera oculta recurriendo a seudónimos o tapaderas, como sucedía en la firma de guiones cinematográficos. Otros como Joseph Losey, Jules Dassin , John Berry, Charles Chaplin, abandonaron temporalmente Estados Unidos ante las duras condiciones psicosociológicas que encontraban en el país para trabajar a su gusto.

Pero, a fin de establecer una visión completa de lo sucedido en aquel periodo, conviene tener en mente la reacción similar, aunque de signo contrario, en el otro polo de la guerra fría y política de bloques: la Unión Soviética. También aquí se percibe el férreo controlo por parte de la Administración sobre le mundo de la producción cinematográfica, en concreto del Partido Comunista, como se muestra en la conocida crítica realizada en Pravda en 1946 contra películas como Ivan el terrible de Eisensteins. Al final de la década de los cuarentas se produce la llamada campaña contra el cosmopolitsmo, entendido como el deseo de socavar las raíces del orgullo nacional. Se intenta una cierta depuración y ataque contra realizadores mediante argumentos diversos y muy inconsistente, y viendo en todas partes enemigos del régimen.

La ciencia ficción, cine fantástico y Apocalipsis nuclear

El cine, ya sea en los dos bloques, ha sido el protagonista en la hora de representar la sociedad. Es también en este contexto de carrera espacial y de armas nucleares que se han desarrollado películas de nuevos géneros como el de ciencia ficción, cine fantástico y de Apocalipsis nuclear. Es importante subrayar que no existe un limite muy firme entre estos géneros así como con el cine de terror. Estos géneros (y sobre todo el temor al ataque nuclear) han sido la consecuencia, por una parte de las bombas que los norteamericanos lanzaron en Hiroshima y Nagasaki, y por otra parte de la carrera que se llevó a cabo por los dos bloques por tener misiles nucleares y bombas atómicas.

La gran mayoría de las películas de ciencia ficción correspondían a un realismo no muy lejano del presente sobre un hipotético futuro. Las posibilidades del futuro del planeta se construían por lo general sobre las bases del presente. El objetivo de los cineastas era seguir una cierta lógica en la sucesión de los acontecimientos. En los años 50 este genero se centro en desarrollar otros temas, ya no relacionados con cuestiones enfermizas o legendarias, sino con miedos colectivos relacionados con la ciencia y la tecnología. Los largometrajes sobre el terror, en los que solían aparecer extraterrestres, simbolizaban temores de índole política.

Una de las películas con más éxito es Ultimátum a la Tierra de Robert Wise (1950),  poco típica de esta época puesto que el alien solía ser el enemigo invasor. En ella se presenta al extraterrestre como un ser responsable que llega a la tierra en la que los ensayos nucleares ponen en peligro a toda la galaxia.

The day the Earth Caught Fire de Val Guest. (1961) es otra apuesta cinematográfica (se mezcla el genero de ciencia ficción con el de Apocalipsis nuclear), en la que viene reflejado el miedo y la psicosis que puede provocar la lucha por las armas nucleares: unos ensayos hechos por americanos y soviéticos provocan la desviación del órbita de la Tierra y el planeta se va aproximando al Sol.

Además de estas películas basadas en una cierta racionalidad, se empezó a desarrollar otro fenómeno: el cine fantástico.

El cine fantástico viene marcado por la literatura del siglo XIX, dónde Jules Verne fue uno de los grandes escritores de este genero. Los cineastas utilizaron la nuevas herramientas de imagen y sonido para llevar la imaginación fantástica al cine. En este genero se puede apreciar un abanico de fenómenos sobrenaturales o extrañas maquinas futuristas como platillos volantes de galaxias lejanas o robots.
                                                   
En cuanto al cine de Apocalipsis nuclear la primera película que se podría mencionar sería Cohete K-I, dirigida por Kurt Neumann en 1950. Se trata de un largometraje de pequeño presupuesto, que como la mayoría de las películas narraba la llegada de unos astronautas a Marte y descubren que el uso incontrolado del arma atómica acabó con una civilización evolucionada.

La Jetée, del director francés Cris Marker, es una apuesta futurista en la que se destaca la utilización de imágenes en blanco y negro para la grabación de la película. Una técnica muy frecuente en los documentales franceses, con voz en off, de la época. Aún así, se insiste en la situación tensa en la que se vive, puesto que el tema trata de una terrible Apocalipsis nuclear.

El Planeta de los Simios (1968), de Franklin Schaffner es sin duda una de las películas más llamativas de esta época así como la de Terminator (1984), de James Cameron, dónde se nota que el miedo al ataque nuclear perdura todo lo largo de este conflicto.


Hollywood Rojo: memorias de un guionista soviético

Mucho antes de que el capitalismo y el comunismo quisieran dominar el mundo, en la industria de cine norteamericano nosotros, los rusos, gozábamos de un gran interés por parte de Hollywood. Realizábamos películas con plena libertad. Nuestro objetivo: transmitir la causa comunista, por lo que la gran pantalla conformaba una espectacular herramienta. Queríamos enseñar al mundo que nuestras ideas ayudarían a formar mejores personas, y demostrar que el “american way of life” estaba obsoleto y lleno de gente inculta. Sin embargo, nuestra situación cambió radicalmente al finalizar la Segunda Guerra Mundial, pero sobre todo a la fuerte tensión que se generó entre la Unión Soviética y EE.UU.
A partir de este momento, se desató una oleada de histeria en las estructuras de Hollywood. La llamada “Guerra Fría” significaba la lucha constante por el poder entre las dos superpotencias del momento: EE.UU. y la URSS. Los que formábamos parte del colectivo soviético sabíamos que nuestro país quería extender el comunismo hasta los confines del mundo, y que los norteamericanos querían frenar nuestras intenciones pero sobre todo, reducir nuestra influencia dentro de su propio país. Es en este punto donde realmente nos vimos seriamente afectados.

Estados Unidos tenía pánico a la presencia comunista en el mundo del cine. No es para menos, y es que éramos 300 los afiliados al Partido Comunista, de los cuales un 50% lo formábamos guionistas y un 20%, actores. De ahí que las medidas antisoviéticas estuviesen a la orden del día. Para reducir nuestro colectivo, el Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso creado en 1938,  comenzó toda una persecución contra nosotros a comienzos de los años 50. Ellos sabían que el mundo del celuloide poseía un poder de influencia muy grande entre la sociedad norteamericana.

Sin embargo, lo que más le importaba a ellos, no era nuestra presencia en sí, sino el daño que podría causar la extensión del comunismo por todo el país. No obstante, el Comité de Actividades Antiamericanas ya se encargó especialmente de purgar a todos aquellos que pudiesen ser asiduos a nuestra causa. Tanto yo como nuestros camaradas sufrimos persecuciones en toda regla, una auténtica “caza de brujas” como se empezó a denominar aquí. Muchos de nuestros derechos más personales se vieron vulnerados al tener que someternos a duros interrogatorios obligándonos a declarar acerca de nuestra ideología. Además, este hecho no quedó impune y años más tarde, presidentes estadounidenses como Reagan o Eisenhower reconocieron el juego sucio que había llevado a cabo el cine de Hollywood.

Lo peor de todo llegaría con la oleada de producción de películas de índole anticomunista que invadió a Hollywood. Estados Unidos en su afán por reprimir ante todo la expansión rusa por el mundo, no escatimó en intentar demostrar a toda la faz de la tierra, el gran peligro que representábamos. Llegamos a convertirnos en los malos del cine. Películas como “El Telón de acero” de William Wellman supusieron un claro ejemplo de las intenciones americanas. Esta producción fue la primera que salió de las entrañas de Hollywood para alertar a la población de la gran amenaza comunista que acechaba no sólo a Norteamérica, sino también al resto del mundo.

En realidad, el objetivo de esta película como de otras tantas que se proyectaron era ofrecer únicamente una perspectiva americana de aquel conflicto contra los soviéticos. Además, desde mi punto de vista, EE.UU. utilizó el cine nada más que para justificar de manera moral la tensión con el frente comunista.


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