sábado


Marta del Castillo, la sangre llama a la sangre.


Amparados por la Constitución Española en su artículo 24.2, los ciudadanos españoles encontramos el derecho a no declarar contra nosotros mismos, a no confesarnos culpables y lo que es aún más importante, a la presunción de inocencia.


La resolución del caso Marta del Castillo ciega el panorama social y judicial de nuestro país y pone más que nunca en suspenso a jueces y tribunales que se ven engullidos en una ingente crítica social que elabora juicios paralelos a la justicia ordinaria y que olvida lo que es el derecho a la presunción de inocencia de la que todos debemos gozar y que significa que corresponde a la acusación probar sin ningún tipo de duda razonable y con todas las garantías que establece un proceso judicial, que se es culpable. Si no se puede probar, el Tribunal correspondiente tiene el deber de absolver.

La polémica sentencia establece 20 años de prisión para el asesino confeso por el homicidio y absuelve al resto de imputados, entre ellos “El Cuco” quien ya había sido condenado por el Tribunal de menores por delito de encubrimiento. Las reacciones a todo esto no se hicieron esperar y la ciudadanía se ha mostrado indignada pidiendo una justicia que condenase a todos los imputados en el caso. Incluso en los típicos programas de la llamada “telebasura” presentadores y colaboradores enarbolan discursos contra la justicia de nuestro país y la falta de la misma, llegando a afirmar que desde la resolución de la sentencia muchísimos españoles dejaron de creer en nuestros jueces. La encuestas que circulan por periódicos y paginas varias de internet con la pregunta de si consideran justa la sentencia arrojan resultados negativos a esta y así la influencia mediática comienza a afectar a la opinión pública. Pero debemos preguntarnos ¿se han leído la sentencia antes de opinar o valorar?, desafortunadamente no y los juicios paralelos con sentencias populares preceden a la lectura  y reflexión de la misma. En este caso, los medios han amplificado morbosa e impúdicamente la objetividad del caso y aquí la sangre llama a la sangre porque en absoluto importa probar la identidad de los culpables con total certeza.


Esta misma presión mediática afecta del mismo modo a los Tribunales y si observamos la sentencia vemos como en ella se desarrolla un enorme desarrollo de exposiciones donde se detalla de forma concisa cada punto y se hace referencia a numerosísimas referencias jurisprudenciales, lo que la convierte en un texto de una impecable corrección jurídica, pero eso no parece importar a nadie.

Los elementos acusatorios que podrían implicar a los absueltos, incluido el Cuco, al que no se juzgaba se reducen a las confesiones que hicieron los implicados que en su mayoría eran contradictorias y bastante incoherentes. Pero lo más importante, es que eran totalmente incompatibles con las pruebas objetivas, los restos de ADN que se encontraron en la casa en la cual Marta fue asesinada y todas las llamadas de móviles que podrían permitir localizar el lugar donde se encontraba cada uno de ellos en las diferentes franjas horarias.


Al no probarse que la chica fuera violada, el Tribunal entiende de hecho que no lo fue. Del mismo modo, no queda probado que fuera asesinada por estrangulamiento sino por un golpe fuerte en la sien y este hecho imputable provenía del condenado que lo confesó en varias veces. Aún esto, los medios de comunicación se encargaron de soltar carnaza y difundir en todo momento la muerte por estrangulación que según el culpable confesó por presión policial, algo poco creíble, pero que hizo las delicias de la prensa. Por supuesto que nos resulta imposible determinar la participación en el crimen o no del resto de imputados, pero incluso con los datos de que disponemos, llamadas a móviles y ausencias de ADNs que los incriminen, se puede elucubrar sobre su culpabilidad.  De hecho, la sentencia establece que al menos hubo una tercera persona implicada en la desaparición del cadáver. Esto nos induciría a pensar, influidos por los medios en gran medida a que estos imputados son culpables y puede que con motivos lógicos pero no probatorios porque la cuestión no es que tengamos pálpitos o intuiciones de culpabilidad, aquí lo que importa es si se pueden o no probar las acusaciones, y en este caso no se ha podido.


Si se hubiera podido disponer del análisis forense del cuerpo de Marta, todo habría sido distinto, pero el despreciable del asesino una y otra vez a jugado a la confusión en cuanto al lugar exacto donde lo dejó. Incluso puede que sea cierto que lo arrojase al Guadalquivir y no hayan podido localizarlo los numerosos rastreos. Y una vez más, a los ciudadanos se nos pasa por la cabeza el hecho de haber torturado a Carcaño para tener una confesión del lugar exacto, pero esto no habría hecho sino que abrir la caja de Pandora. Por tristeza, se encuentra ya muy abierta en lo referente a la Justicia, que ya muchos confunden con la venganza.

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